jueves, 21 de julio de 2016

La lectura de los necios


     El pasado domingo Pérez Reverte escribía un artículo sobre una "señora" que se había ofendido mucho por un gesto de caballerosidad del escritor a la entrada de una librería. Al terminar, el autor reflexionaba sobre lo poco que, vistos sus modales y cultura, la lectura parecía servir a la ofendida fémina.


     Y es que es ya un mal endémico la idea de que leer mucha cantidad alimenta el intelecto. Basta una conversación o un repaso a las publicaciones en redes para constatar la evolución de lo que Juan Manuel de Prada bautizó como "eruditos de google" en "eruditos de redes"; redes desde las que el mejor de los alicatadores da una clase magistral de Metafísica mediante la publicación de una viñeta con la cara de un viejete junto a un texto cuanto más escueto mejor. Y no solo eso, hasta aquí todo bien, es que no se te ocurra opinar a contrariu sensu, pues el más mínimo asomo de debate supone para nuestro erudito o erudita una declaración de guerra, una ofensa nacional.


     Por otro lado tenemos al "neoculto". El neoculto es una persona que ha leído mucho (o eso asegura). Muchas novelas, muchos libros de poesía (si es de autor desconocido, mejor), también puede que se lea todos los tuits de algún político o de escritores muy conocidos o muy poco conocidos, y hasta hace sus pinitos presentándose a la humanidad como (normalmente) joven escritor que regala al mundo su conocimiento, a un mundo que no lo entiende pero que, a su muerte, lo estudiará en las mejores aulas. Todo este potencial hace al neoculto emitir doctos juicios de historia, política, moral o actualidad desde la autoridad académica que le otorga la lectura de que hace gala, al tiempo que utiliza la verborrea progre que sí posee para vestir de veracidad su engaño, para deleite de sus seguidores y seguidoras, de sus camaradas y camarados.


     El neoculto se diferencia del culto en que el primero da lecciones de todo y no opina de nada, y el segundo da lecciones de su parcela de conocimiento y opina del resto; el primero basa sus lecciones en las lecturas citadas (cuando las hay), y el segundo en el juicio crítico producto de su estudio (no tiene por qué ser universitario, claro); el primero parece que sabe de todo porque habla de todo, y el segundo parece que sabe de todo porque habla de lo que sabe; el primero se ha formado normalmente en la Universidad de la vida, lo que da a entender que el segundo seguramente habrá vivido en Neptuno...; el primero da clases de libertad porque ha leído unas frases de Lenin en un grupo de Facebook, el segundo opina de libertad porque ha leído a Lenin (por ejemplo).

     Dejando a un lado lo anterior, o precisamente por lo anterior, tú y yo, que leemos, hablamos y escuchamos porque aspiramos a la cultura, hemos de aprender a distinguir, como decía Machado, las voces de los ecos; a que "el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando", pero claro, depende de qué se lea y de dónde se viaje, ¿no?