sábado, 30 de junio de 2012

Los circos de Nuremberg



          ¿Quién no ha experimentado un regusto agridulce tras asistir al espectáculo de un circo ambulante?
 Es inevitable, pues aunque cumplen su noble función de alegrar a los más pequeños, los menos pequeños ven claramente cómo las fieras mas salvajes del universo son en realidad animales moribundos, los payasos lo son por sus vestimentas… y poco más, los humoristas no hacen gracia, la mujer más fuerte del mundo no es fuerte, y lo que prometía ser “el espectáculo más grande jamás visto” es, en muchos casos, poco más que una fallida declaración de intenciones.

Algo así, pero mucho más dramático, ocurrió hace casi 67 años en la ciudad alemana de Núremberg, donde se iniciaron una serie de juicios para hacer justicia, o mejor dicho, ajusticiar a los líderes nazis presentes por sus horribles crímenes.

Era innegable la necesidad de juzgar a estos individuos, pero habría que pensar si se tendría que haber juzgado por algo a los juzgadores ¿no?

Haciendo un repaso a los miembros del Tribunal (Unión Soviética, EEUU e Inglaterra), no puedo evitar sentir un agudo pinchazo en el sentido común al ver dos jueces de la Unión Soviética estalinista juzgando a alguien por “crímenes contra la humanidad”. ¿Eran más humanitarios sus “Gulags” (campos de concentración)?, ¿o el exterminio deliberado del pueblo ucraniano, por ejemplo, en 1932-33?, ¿o su misma política?. Parece extraído de la fábula de la zorra que guardaba gallinas, sobre todo teniendo en cuenta que este régimen provoco casi las mismas muertes que la misma II Guerra Mundial. 

Por otro lado, me hubiera gustado preguntar también a los dos jueces de EEUU sobre quién iba a juzgar a los líderes de su país por, por ejemplo, utilizar bombas atómicas de destrucción masiva directamente contra la población civil unos meses antes de estos juicios en ciudades japonesas (no objetivos militares). En la actualidad es el único país del mundo que ostenta este logro.

Por último, me hubiera gustado preguntar a los dos jueces ingleses sobre las diferencias entre los crímenes cometidos por los nazis en sus ocupaciones de países para conseguir el “Espacio vital”, y los cometidos por ellos mismos en sus colonias por todo el mundo (como en Malasia, Kenia, etc). En la actualidad mantienen su espíritu bélico-colonialista visible en las Malvinas y hasta en Gibraltar si apuramos.

¿Fue necesario y justo juzgar a los nazis por sus horribles crímenes? Por supuesto, pero por un Tribunal real, no por uno sumarísimo. Aunque sólo fuera por respeto a las víctimas. Un Tribunal compuesto por jueces que no tengan más motivos por los que callar que por los que hablar.

Fue, como en un circo, la consecución de una causa justa con unos medios...al menos discutibles. 

Fue la promesa de la justicia impartida por los justos, pero sin los justos.

Fue como imaginar un juicio económico actual contra Grecia en la que los jueces sean España, Italia y Portugal.

Fueron los circos de Núremberg.

viernes, 8 de junio de 2012

La soledad de los caídos



¡Soldados! ¿Juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente (…) y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de XXXXX?". "¡Sí, lo hacemos!". "Si cumplís vuestro juramento o promesa, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis su desprecio y su castigo, como indignos hijos de ella

Aún se le ponía la piel de gallina cuando recordaba lo que sintió realizando el juramento aquel día. Hoy, unos cuantos años después, no le queda más remedio que cuestionarse cuánto de verdad había en esto por parte de un tercer miembro, oculto, del juramento: el Estado.

La respuesta del Estado para quienes defienden la Patria es la siguiente: Si cumples tu juramento, ya estás agradecido y premiado, pues no hay mayor premio que la satisfacción por el deber cumplido. Si no lo cumples, prepárate. Pero si en el cumplimiento, caes y vives para contarlo, prepárate a vivir la soledad de los caídos.

El caído o lesionado, no es otra cosa que un funcionario militar que se creyó lo que juró un día, que cumplió fielmente el juramento de servicio y, fruto de éste, ha sufrido una lesión más o menos grave. (No voy a hablar de los casos de muerte)
El caído o lesionado, en principio es tratado por los mandos como tal. Recibe las más bellas palabras de los mismos y las más fieles promesas de ayuda en el futuro en “cualquier cosa que esté al alcance” de los mismos. Meses después, de las palabras no queda más que el eco entre las paredes de la habitación del hospital. Ya no hay nada al alcance de la mano de quienes debían velar por ti, ni siquiera la posibilidad de usar para la rehabilitación las instalaciones deportivas de la que fuera tu unidad. No es que donde dije digo, digo Diego. Es que no dije nada.

Además, si la lesión sufrida en acto de servicio tiene un periodo superior a 6 meses, el Estado te recompensa con la pérdida del destino y el sueldo mínimo hasta que te recuperes, aunque te hayas roto los huesos. Sí, esto es así, no es una broma macabra.

El caído pasa a ser una persona incómoda, que nos recuerda lo que nos puede pasar por cumplir. El caído está así prácticamente porque ha querido, porque podía haberse ido a tomar un cafelito en lugar de trabajar tanto… El caído ya no forma parte de la vida activa de esta unidad, por lo que prefiero que no active de más mi jornada laboral con peticiones. Que le quede claro que no dije digo. No dije nada.

Lo más duro del proceso no es la lesión en sí, por grave que sea. Me aseguran que lo más duro es la condena al ostracismo que te brindan aquellos que te debieran defender, las miradas y sonrisas mitad avergonzadas, mitad incómodas de quienes fueran tus mandos  y la manera en que dejas de existir tanto tú como tus logros y esfuerzos.

Es uno de los peores castigos para un patriota, el abandono de los suyos.

Es la soledad de los caídos.

NOTA:
Este artículo pertenece a la imaginación de quien lo escribió y lo que le contó una persona lejana. Los ejemplos con los que se ilustran ciertos datos y el país en que ocurrió, son fruto de la imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.